lunes, 7 de mayo de 2012



A Soria se llega llorando y te vas llorando.


Es una de las atracciones más populares y la encuentras tanto en ferias como en parques temáticos, pero no hay dos iguales. Súbete a mi montaña rusa, compartiremos emociones, vivencias, viajes y nuevas tecnologías, pero este recorrido lo amenizaremos hablando de música.

Hoy arranca por primera vez recuperando un texto que escribí hace tres años para mi máster y nos lleva hasta Soria:

"Aún recuerdo el momento de cerrar el maletero, despedirme de mi familia y arrancar el coche junto a mi padre con lágrimas en los ojos dejando atrás mi pueblo de 150 habitantes perdido en las montañas de Zaragoza, mi familia, todo lo que conocía hasta entonces en esa “microsociedad” para enfrentarme a la universidad, a la convivencia con 104 personas más, compartir habitación, las novatadas, etc. Nada más y nada menos me iba a Soria, una ciudad, según la gente, que no tiene de nada, aburrida, muy pequeña y me aconsejaban que ya que hacía un cambio de vida así, que me fuese a otro sitio. Desde pequeño he tenido muy claro que no quería seguir con la profesión de mi padre, agricultor, y sumando a eso las ganas de salir de esa microsociedad, de experimentar, conocer gente, conocer mundo y tener unos estudios, me motivaban a volar del nido, a pesar del miedo a lo desconocido.

Acostumbrado a tenerme que juntar con la gente porque sí, no por afinidad, diversión, confianza, ver gente afín a mí, con mis inquietudes y una personalidad similar en un primer momento me sorprendió, pero poco a poco entre la convivencia, las clases y las fiestas se fueron convirtiendo en mis amigos, mis confidentes y mi familia. El vivir con tanta gente también tenía su lado negativo, recién salido de un pueblo tan pequeño al principio todo eran sonrisas pero poco a poco la convivencia pasa factura. También descubres el respeto que te deben los demás habitantes de una residencia y el que les debes tú a ellos, principalmente a tu compañero de habitación. También van surgiendo una serie de obligaciones que hacen que madures al enfrentarte a situaciones que en tu vida cotidiana con tu familia no se dan.

Soria, como ciudad en el momento de llegar allí, no contaba ni con líneas de autobús, solo con dos salas de cine que mantenían la misma película durante toda la semana, ningún centro comercial, la mayoría de la gente era mayor etc., pero al ser una ciudad tan pequeña y con menos ocio que otras aprendes a disfrutar de tus amigos sin tener que quedar para ir al cine, de compras… simplemente pasándote a la habitación de al lado a reírte y a contar mil historias hasta las tantas de la madrugada, para al día siguiente encontrarte otra vez con tus amigos en el desayuno y ver las ojeras que llevas y recordar lo bien que lo pasaste ayer. El ambiente universitario en Soria se palpaba bastante, al ser pequeña y contar con bastantes carreras para una ciudad de 30.000 habitantes. El día de fiesta por excelencia era el jueves, donde cada carrera tenía un bar y daba una fiesta diferente, y ahí te reencontrabas con todas las caras conocidas del campus disfrutando de una gran fiesta en la pequeña y fría Soria, dándote cuenta que no hace falta una macrodiscoteca, gogos y estar en una ciudad grande para pasarlo bien.

Soria, además de ser bonita en invierno por la nieve, cuando llega el buen tiempo se transforma y esta llena de lugares preciosos a donde acudir, el Duero, San Saturio, el monte de Valonsadero, el claustro de San Juan de Duero, la calle de “El Collado”, etc. También hay que sumarle lo cultural, ya que las fiestas de Soria nos han conquistado a todos los estudiantes de fuera, que hacen que cuando llegué el primer domingo de mayo, nos entren ya los nervios en el estomago de saber que empieza el Catapán, una fiesta donde las 12 cuadrillas de las fiestas de Soria invitan gratuitamente a vino, queso y pan, acompañando la merienda con charangas. Para este día la gente saca sus disfraces más “frikis” y se deja la vergüenza en casa. Cada fin de semana de junio hay una fiesta diferente en Valonsadero, donde el vino y los toros son la temática principal; todas estas fiestas son la antesala de “Los Sanjuanes”, para mí unas de las mejores fiestas de España que os invito a conocer.

Todas estas nuevas sensaciones, emociones y vivencias me cambiaron completamente en un curso, ya no era aquel chico tan inocente de pueblo, había aprendido a convivir, a disfrutar, me abrí de mente y me volví autosuficiente. De ahí, reuní las fuerzas y las ganas para lanzarme a la piscina y aventurarme en mi primer verano solo en el extranjero. Si el primer día de curso me hubiesen dicho de irme solo a Inglaterra, hubiese llorado, pero después de la gente que había conocido, el vivir un año fuera de casa y las ganas de seguir experimentando me hicieron coger el avión con una sonrisa.

Por supuesto, después de aquel primer año de carrera tan increíble, iba a volver a la residencia, a volver a compartir habitación (mi compañero de habitación de ese curso actualmente es mi mejor amigo), a volver a vivir con mis amigos, a echar de menos a los que ya se fueron, a convivir con los novatos, a hacerles sus correspondientes novatadas y ayudarles en esa situación por la que yo había pasado el año pasado.
Además este curso se me iba a brindar una de las oportunidades mas importantes de mi vida, el poder disfrutar de una beca Erasmus en Alemania. Eso ya eran otras palabras, irme a vivir un año a Alemania, un país, para mí en ese momento, frío y gris en todos los sentidos. Asimismo, esto significaba dejar Soria por un año y despedir a casi todos los amigos, dejar la residencia y un cambio de vida radical que sorprendió a todo el mundo en mi pueblo, todos me decían: “¿A Alemania? ¿Estás loco?”. No me voy a centrar en mi Erasmus, solo decíos que aprendí muchísimo, me recorrí media Europa y fue genial. El momento de decir adiós a todo el mundo para mí fue muy triste porque esa situación y con esa gente ya no se iba a volver a dar nunca en Soria, ya que al volver mi grupo de amigos y yo nos repartiríamos en pisos. Ahí ya se empezaba a cumplir, lo de a Soria llegas llorando y te vas llorando.

Ahora, ya nos encontramos en la recta final de mi carrera, cada uno de llegábamos de un país diferente, conocimos nuevas culturas, aprendimos nuevas lenguas y estábamos renovados por dentro y por fuera y con muchas ganas de volver a vivir dos años similares a los anteriores. Eso no iba a ser así, porque de ser 105 personas en una residencia, pasamos a ser tres en un piso con más obligaciones, pero volvimos a descubrir las ventajas de Soria, ya que las distancias allí no existen y vivíamos todos a cinco minutos y nos permitía vernos a diario, dormir, comer, cenar juntos, etc. Todas las tiendas, cines, discotecas, cafeterías y ciudades más grandes en las que habíamos vivido quedaban en un bonito recuerdo y volvíamos a disfrutar de aquellos momentos de extroversión que nos caracterizaban.

Ahora me encuentro viviendo en Madrid, la capital de España, ciudad que cuenta con mil cosas que hacer, pero que los pocos amigos que tengo aquí viven muy lejos y a los que, a lo sumo, los veo una o dos veces a la semana, y es en estas situaciones donde te das cuenta de que lo importante no es lo material, sino lo personal y lo afectivo. Echo muchísimo de menos aquella vida, para la mayoría de gente que no la haya probado, sencilla o incluso aburrida, aquella vida donde aunque mi familia de sangre estaba lejos, tenía otra allí que cuidaba de mí cuando estaba enfermo, me prestaba dinero cuando faltaba, me hacía reír en cada momento, aquella vida donde la soledad y el aburrimiento en esa pequeña ciudad no existían.

Aún recuerdo el momento de cerrar el maletero, despedirme de mi otra familia y arrancar el coche junto a mi padre con lágrimas en los ojos dejando atrás Soria, dejando atrás los cinco años mas felices de mi vida y dejando a mis mejores amigos también con lágrimas en los ojos. Eso sí, me iba con un título universitario bajo el brazo del que todo mi pueblo se sentía orgulloso, ya que allí era el primero en vivir todas esas experiencias, ya no era aquel chico con acento maño que salió con una gallina bajo el brazo, había aprendido varias lecciones: valentía, respeto, amistad, generosidad, humildad, etc.. Que razón tiene el eslogan de Soria: “Soria, ni te la imaginas” y aún tiene mas razón el decano de mi facultad cuando nos dijo el primer día: “A Soria se llega llorando y te vas llorando”."